domingo, 28 de diciembre de 2008

La crítica es, en realidad, un lugar donde ponemos nuestro enojo. ¿Entonces, qué hacemos? Nos ponemos a criticar, o mejor nos sentamos a mirar nuestra propia rabia? El hecho es que, más de una vez el hecho de fijarme en el entorno, hablar de los que me rodean, me puede permitir no ver mis propias cosas.Por eso, es que a veces, sobretodo en los barrios o pueblos donde las personas se conocen más, se encuentran personajes de los que se dice: "Viven pendientes de la vida de los demás". En este juego, obviamente, lo único que se logra es vivir cada vez peor. Porque en realidad se está viviendo una vida que no les pertenece, una vida prestada. Cuando critico muchas cosas de una persona, si yo analizo la base de lo que estoy juzgando, me doy cuenta que es mío, yo también lo tengo. Hay un juego que quizás es el que más nos lleva a esto y es el que tiene que ver con los límites; es esto de "no me gusta que me invadan", o "no me respetan". Y no me doy cuenta que cuando critico me estoy metiendo en la casa del otro y, mientras yo haga esto, estoy transgrediendo mis propios límites. Cuando me invaden, es porque no transmito pautas que indiquen que me tienen que respetar, y lo que se da es lo inverso: me enojo mucho y ahora soy yo el que se mete en la vida del otro, entonces cuidemos que sean positivas, pues con ellas aporto, ayudo y yo crezco, o ensucio, lastimo y me lastimo.. Por lo tanto antes de criticar al otro tratemos de ver qué nos está faltando en nuestro interior que nos lleva a eso, y por sobre todo tratemos de entender que la ley de causa y efecto siempre se cumple y que lo que damos regresa a nosotros en algún momento de nuestra vida. Entonces hagamos que todo lo que salga de nosotros sea tan lindo que al volver nuestra vida día a día se transforme en el mejor lugar, el más preciado y en el más bello.

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